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Vol. I, núm. 1, periodo abril-mayo 2008 | ![]() |
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Formulario de autoevaluación. |
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Cómo facilitar los debates en grupoMelissa Griswold, Clarke Mainstream News, 2006: vol. 25, no. 5. Los debates en grupo son parte integral del aprendizaje en clase. Los alumnos se escuchan, intercambian comentarios y conectan ideas a sus experiencias vitales. Esos factores que hacen que un grupo de debate sea estimulante y beneficioso para los estudiantes con audición normal pueden crear tremendas frustaciones al alumno con pérdida auditiva. |
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A medida que profesores y alumnos se van conociendo, es fácil saltarse las reglas del debate, ya que puede convertirse en una conversación libre donde todos hablan a la vez, haciendo el escuchar y participar del alumno en doblemente atemorizante. Animamos al profesor a fijar una estructura y dirección para el debate. Si ya ha llegado al punto medio, le animamos a que afiance la estructura y la dirección de sus discusiones en clase. ¿Hace el profesor un esfuerzo consciente para facilitar el acceso y participación de sus alumnos con problemas auditivos o deja que ellos solos se defiendan? Si le preocupa que no participe, ¿quiere evitarlo llamándole sin darse cuenta de que puede avergonzarle? Quizás se ha resignado a sentarse callado durante el desarrollo de la clase. A lo mejor ha hecho el esfuerzo inicial de participar y sin querer ha interrumpido a alguien, porque ha perdido el hilo del debate. Miradas raras de sus compañeros le hacen sentirse mal y teme hacer nuevos intentos de participación. Puede que haya dejado de levantar la mano, porque cuando se ha enterado de lo que se había dicho y había formulado su respuesta, la clase ya estaba en otro tema. Los Retos – La pérdida auditiva impide la habilidad para localizar sonidos. En la rapidez de un debate que se mueve de uno a otro, identificar a los que hablan es prácticamente imposible. – A los alumnos con pérdida auditiva también les desafían la distancia, el ruido ambiental y la claridad y volumen de la voz del que habla. Los compañeros a veces murmuran, hablan bajito o se tapan la boca con las manos, un papel o un libro cuando se les toca participar, lo cual obstruye la lectura labial. – El alumno puede que no sepa cuál es el tema del debate. – El tema puede cambiar o irse por las ramas lo cual confunde al alumno sobre lo que se está hablando. Estrategias Hay numerosas estrategias que los profesores del aula pueden utilizar para que los debates sean más accesibles, sin estorbar la corriente normal de la comunicación (ver al final del artículo). Si es necesaria la participación de otros alumnos, también es la de este alumno. Sin embargo, si no se tiene en cuenta lo que éste necesita para acceder y entender las discusiones, será difícil para él participar. Cómo ayudar al alumno con problemas auditivos El alumno también necesita poner en práctica ciertas estrategias que le van a ayudar a manejarse en grupo. Necesita tiempo, experiencia y el apoyo de sus compañeros para darse cuenta del efecto de su pérdida auditiva en la comunicación. Descubrir estrategias buenas para él es un proceso de prueba y error. Las experiencias de no ser entendido o estar perdido delante de sus compañeros pueden afectar su toma de nuevos riesgos. Recordar a los otros alumnos que deben hablar alto o pedirles que repitan es normalmente duro para una persona joven. Para estos trabajos en grupo, es recomendable situarle en un lugar adecuado con una persona en quien confíe y quizás así su confianza, para abordar habilidades nuevas en la clase, se desarrolle y gane seguridad en sus posibilidades. La clave es dedicar tiempo a evaluar sus sentimientos y trabajar sus habilidades a un ritmo agradable para él. Pregúntele por lo que ha entendido. Comparta la perspectiva de su profesor y compárela con la de él. ¿Qué funciona? ¿Qué es lo que no funciona? ¿Qué pueden hacer tanto él como su profesor para que todo vaya mejor? El objetivo final es ayudarle a tener experiencias positivas dentro del grupo, de manera que vea los debates como oportunidades para aprender y hacer relaciones sociales, ya que a lo largo del día en el colegio se sentirá muchas veces aislado. DEBATES: ESTRATEGIAS Auditivo-visual
Facilidades para la comunicación del grupo
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Siguiendo la corriente: La tarea de hacerse entender (Primera parte)Por la escritora y profesora Claire Blatchford, Clarke Mainstream News, 2006: Vol. 25, No. 5. Como sabe la mayoría de la gente, una comunicación efectiva consiste en tres factores: oír lo que dicen los demás, comprenderlo y hacerse entender. En mis clases en Clarke, me he encontrado con algunos estudiantes cuyo lenguaje hablado era muy difícil de entender. Cuando esto sucede, me siento avergonzada. Me gusta pensar que, como persona sorda, puedo conectar con cualquier otra persona con deficiencia auditiva. Al fin y al cabo, estamos en el mismo barco, ¿verdad? He asumido que aunque no oiga lo que dicen o no entienda el significado de sus palabras, al menos seré capaz de interpretar sus gestos y expresiones y, si es necesario, conseguir intuitivamente comprender su intención. Desafortunadamente, a veces no consigo entender nada. No sólo no estamos en el mismo barco, sino que parecemos ser de diferentes planetas. |
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A lo largo de los años, he recapacitado sobre estas situaciones y he llegado a la conclusión de que algunos chicos no saben que su habla es difícil de entender. Quizá esto pasa porque siempre se han movido en un ambiente donde los demás, que están familiarizados con la pérdida auditiva y les comprenden, les han solucionado más de la mitad del camino, de tal forma que no han necesitado esforzarse para que les entiendan. En mi vida diaria, muchas veces, mi marido y mis hijas saben lo que quiero decir sin necesidad de que termine la frase. Esto puede ser producto de mi propia holgazanería. También puede suceder que el niño no haya desarrollado una conciencia muy clara de lo que necesita para hacerse entender. Él utiliza el lenguaje constantemente de una manera muy aleatoria. Las palabras sueltas pueden ser inteligibles y, por tanto, puede demostrar que sabe lo que está bien, lo que está mal, cuándo dar las gracias, pedir algo por favor y ese tipo de cosas, pero eluden el sentido global de una conversación personal (y he visto cómo algunos estudiantes conversan consigo mismos durante 10 ó 15 minutos). Es casi como si pasaran por etapas de exploración e imitación que cualquier niño oyente experimentaría a una edad mucho más temprana. También he vivido situaciones que, por una razón o por otra (por ejemplo, porque el niño tiene una ortodoncia, un labio leporino o proviene de una familia bilingüe), necesitaba desarrollar un lenguaje solo para nosotros hasta que me acostumbraba -si lo conseguía- a su lenguaje hablado. Escribir notas, dibujar, encontrar formas de dirigir la atención hacia el tema de la conversación, a veces señalar o expresarnos de otro modo, son todas parte del lenguaje individualizado que el niño y yo desarrollamos. En el siguiente artículo compartiré mis descubrimientos y sugerencias con respecto a este tema desde el punto de vista de dos adultos maduros y dos jóvenes sordos. Pero ahora, lo que quiero resaltar es que he lidiado con este tema a lo largo de muchos años. Siempre me ha preocupado especialmente la crítica o la incomodidad que pueda suscitar mi discurso. Me he sentido muchas veces fracasada cuando no he sido capaz de expresar mis pensamientos y sentimientos de forma clara o con rapidez. Es muy humillante que corrijan lo que dices públicamente. Es bastante doloroso ver la expresión de «¿Por qué habla así?» o «¿De qué está hablando?» reflejada en la cara de otros. También es doloroso, darse cuenta de que otros ven una conversación contigo como una tarea agotadora. Y, también lo es, ver cómo alguien evita deliberadamente hablar contigo porque tiene miedo de no entenderte. Aunque tengo claro que yo lo he superado, les propongo una historia para ilustrar cómo puede responder un niño al descubrimiento de que su habla no es a lo que está acostumbrado el resto del mundo. La madre de un niño sordo de diez años, que estaba realizando con su hijo terapia oral mediante ejercicios en casa, de repente se puso una uva roja en la boca y dijo algo. Por supuesto, el niño fue incapaz de comprender a su madre con la boca llena. La madre se sacó la uva de la boca y le dijo: «Así es como los demás niños de tu clase escuchan lo que tú dices». El niño quedó horrorizado. Después de muchos años, seguía imaginando su boca llena de bultos, casi deformada, cuando hablaba. ¿Qué podía hacer? No podía escupir ninguna uva. ¿El problema era su lengua? ¿Qué pasaría si se deshacía de ella? Afortunadamente, no se hizo nada en la lengua, pero aprendió a quedarse callado. Demasiado callado. |
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