Octubre 2008 – número 2

CLARKE

- Los primeros días del año escolar.
- Siguiendo la corriente: Dos años más tarde.

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Los primeros días del año escolar

Melissa Grisswold, Clarke Mainstream News, 2005: Vol. 25, No. 1.

A medida que se aproxima el primer día de curso, la mayoría de los alumnos y alumnas experimenta en algún grado un ataque de “nervios de vuelta al colegio”. ¿Habrán cambiado mis amigos? ¿Serán los deberes demasiado difíciles? ¿Me gustará la profesora? Un alumno con pérdida auditiva tendrá más preguntas e inquietudes, incluso cuando el único cambio sea el profesor. ¿Seré capaz de entenderle? ¿Me entenderá? ¿Intentará no llamar la atención sobre mi pérdida auditiva o le dará demasiada importancia? Si se trata de su primera experiencia en el sistema educativo formal o si empieza en un nuevo colegio, es posible que además se pregunte: ¿Cómo haré amigos? ¿Querrán los otros niños hablar conmigo? ¿Se burlarán de mí por mi aparato o por mi forma de hablar? ¿Qué haré si no puedo seguir las conversaciones? ¿Cuántas veces tendré que explicar el sistema FM o mi pérdida auditiva? ¿Cómo podré ser uno más de la clase?

Por otra parte, también les inquietan las experiencias que les esperan: empezar curso, estudiar otras asignaturas, hacer amigos y participar en las actividades escolares. El alumno con pérdida auditiva comparte este entusiasmo y los primeros días en un aula nueva o en otro colegio pueden transcurrir extraordinariamente bien. A medida que se establecen las rutinas, los retos de seguir el ritmo de la comunicación, tanto dentro como fuera del aula, pueden hacerse más evidentes tanto para el alumno como para las personas que trabajan con él. Como educador o educadora, incluso si no tiene experiencia con la pérdida auditiva, usted es especialista en trabajar con alumnos y con sus familias. Hay algunos aspectos en los que se puede incidir para facilitar la transición al nuevo curso escolar y fomentar las relaciones con los compañeros.

Hacer amistades

Una prioridad de todos los alumnos es tener amigos. En el caso de un alumno con pérdida auditiva, los aspectos de la comunicación pueden suponer una dificultad añadida. ¿Cómo se le puede ayudar para que le resulte más fácil? Anímele a participar en la comunidad escolar a través de actividades en las que demuestre interés, talento y capacidad. En el caso de un alumno de secundaria o de bachillerato, pueden ser actividades deportivas o de participación en la asamblea de alumnos, la revista escolar, el libro anual, una representación teatral o una exposición de fotografías. Incluso en primaria, los alumnos tienen oportunidad de participar en distintas actividades, como pueden ser excursiones, actividades extraescolares o clases de música. Sugiera a los responsables de las actividades o de los equipos en los que el alumno muestre interés que uno de los alumnos veteranos le invite a participar. Puede resultar muy beneficioso en un momento en que el alumno se siente más sensible acerca de su pérdida auditiva.

Si no desea participar en ninguna actividad escolar o extraescolar por el momento, puede sugerirle que colabore en alguna tarea del centro escolar, como por ejemplo ayudando en la secretaría o en la biblioteca. En un nuevo entorno, en los primeros días puede sentirse más solo y la participación en una actividad puede servir de ayuda, ya que le permitirá moverse con mayor soltura en el entorno escolar, presentarse ante sus compañeros como una persona capaz y sentir que participa en la vida del colegio. En el caso de los alumnos más jóvenes, la actividad puede ser tan sencilla como encargarse de entregar el listado de asistencia en secretaría o informar al responsable del comedor del número de alumnos que comerá ese día en el colegio. Cualquier actividad que potencie su interacción en el entorno escolar y con sus compañeros puede ser beneficiosa.

Otra idea sería invitarle, junto a un pequeño grupo de compañeros, a almorzar en un lugar diferente del comedor en los primeros meses escolares. El tutor del alumno o el orientador escolar podría participar, asegurándose de que se le incluye en las conversaciones. Un grupo más pequeño y un lugar más tranquilo favorecerán que el alumno tenga mayor facilidad para comunicarse.

También se podría plantear un sistema especial de tutoría con otro alumno mayor que pudiera reunirse con él y repasar temas escolares como el calendario, las reglas, los procedimientos y los “pormenores” cotidianos. Conocer estos temas a través de alguien que “los ha vivido” puede resultar sumamente útil y, además, puede ser la oportunidad de hacer un nuevo amigo. El alumno tutor debería contar con algún tipo de orientación y la posibilidad de consultar con alguna persona, en el caso de que surgiera algún problema o dificultad de comunicación.

Otra posibilidad sería organizar un programa de desarrollo de habilidades de comunicación donde el alumno pudiera trabajar en la mejora de las habilidades interpersonales con compañeros con audición normal. Este tipo de programa debería abarcar cuestiones de comunicación generales. El alumno podría practicar habilidades sociales junto a sus compañeros siendo uno más del grupo. La clave de este tipo de programas es que exista un buen liderazgo y un interés por parte del profesor y los padres en reforzar determinadas estrategias y habilidades.

Desarrollo de la relación con el alumno

En el caso de los profesores de primaria, resulta bastante sencillo reunirse con el alumno periódicamente para cerciorarse de que se integra sin problemas. Cuando se trata de secundaria o bachillerato, puede ser más complicado, ya que el calendario de clases es más ajustado y que los profesores únicamente imparten clases durante un horario determinado al día. No obstante, es muy importante poder dedicarle algún tiempo. Hágale saber que puede recurrir a usted si se siente confuso o si tiene alguna dificultad en algún área. También es importante que, si sospecha de la existencia de un problema o un malentendido, se lo comunique. Si bien los adultos le informarán periódicamente acerca de su progreso, es esencial hablar directamente con el alumno para que se establezca un clima de confianza que le permita recurrir a usted cuando necesite apoyo.

El mayor reto

El mayor reto al que se enfrentan los alumnos es aprender a sentirse cómodos consigo mismos. En el caso de un alumno con discapacidad significa también aprender a sentirse cómodo con personas no discapacitadas. Normalmente, los alumnos no quieren hablar de su pérdida auditiva porque no quieren que se les considere diferentes. Sin embargo, ni los profesores ni los compañeros se dan cuenta del gran esfuerzo que les supone; no siempre son conscientes de que hablan demasiado deprisa o de que puede haber perdido parte de la información. Resulta fácil suponer que se ha enterado de todo. Les sugerimos hablar con su alumno acerca de la posibilidad y conveniencia de informar sobre la deficiencia auditiva a sus compañeros de clase ¿Prefiere decir algunas palabras por su cuenta o prefiere contar con la ayuda de un adulto? Será preciso transmitir la información suficiente que le ayude a establecer relaciones en los primeros días escolares sin necesidad de darle una importancia excesiva. Una vez transcurrido algún tiempo, el orientador escolar puede hablar con el alumno sobre la posibilidad de ofrecer más información.

Deseamos compartir con usted toda la información que pueda serle útil para que este curso sea positivo para usted y para su alumno. Póngase en contacto con nosotros en cualquier momento para plantearnos sus preguntas, compartir un relato de interés o sugerir un tema para un posible artículo.

En sus propias palabras

Para empezar el curso con buen pie, Heidi T. acostumbra a escribir una carta a su nuevo profesor para informarle acerca de su pérdida auditiva. Habiéndolo hecho durante los últimos años, el resultado de este esfuerzo es una mayor confianza en sí misma. “Explico mis necesidades en mis propias palabras”, señala. “Prefiero que mis padres se mantengan al margen. Redacto la carta personalmente y la comento con mi madre. No ha sido fácil, pero ha merecido la pena. Mis profesores me contestaban, por lo que estaba segura de que habían leído la carta”. A continuación, incluimos la carta que Heidi escribió en 2003. ¡Excelente idea, Heidi!

Estimada profesora:

Tengo una pérdida auditiva, lo que significa que existen dos problemas: los sonidos son débiles y se entremezclan.

Quiero que sepa que necesitaré alguna ayuda extra en su clase, pero que prefiero que no se le dé una importancia excesiva.

Ayuda significa que necesito llevar el aparato de FM Microlink. Ayuda significa que, en debates de grupos grandes, alguien debe señalarme quién está hablando, de manera que yo pueda ver su cara y, en ocasiones, necesitaré que se repita lo que se ha dicho. Ayuda significa que, en discusiones de grupos pequeños, mi grupo tiene que estar en un rincón sin demasiado ruido. Las pruebas de ortografía fonética deberán realizarse en un lugar tranquilo con un adulto.

Me gustaría que le explicara a la clase mi pérdida auditiva y la necesidad de llevar audífonos. No quiero tener que explicarlo 15 veces. Mis compañeros pueden ayudarme estando callados en clase, llamando mi atención antes de empezar a hablar y mirándome cuando lo hagan. En ocasiones, necesitaré ayuda en la fila del comedor porque este lugar suele ser ruidoso.

Creo que esto es todo. Le agradecería que no me dedique una atención excesiva. Espero con ilusión tenerla de profesora en este curso.

Heidi

 

Siguiendo la corriente: Dos años más tarde

Por la escritora y profesora Claire Blatchford, Clarke Mainstream News, 2005: Vol. 25, No. 1.

Han pasado dos años desde que empecé a escribir esta columna. A veces parece que fue ayer cuando hablé con David Manning y Melissa Griswold sobre escribir para The Mainstream Center. Otras veces parece como si, en los últimos dos años, hubiese presenciado decenas de cambios de los que no había sido completamente consciente hasta que llegué a Clarke. No me refiero únicamente a los cambios producidos por el avance de la tecnología orientada a la sordera sino, incluso más importante, a aquéllos que se refieren a cómo los jóvenes sordos se ven a sí mismos y cómo les ven los demás.

Fíjese en que he dicho sordos «jóvenes». Con esto me refiero a personas entre los veinte y principios de los treinta. La actitud de «puedo hacerlo» de algunos jóvenes adultos sordos que he conocido me ha asombrado e inspirado. Son capaces de arreglárselas en institutos normales e ir a la universidad y hacer postgrados como cualquier otro. Son capaces de escuchar la radio, hablar por teléfono, participar en los debates de sus clases y plantearse hacer carrera en los negocios, el derecho, la enseñanza, la medicina y quién sabe qué más. Mis padres nunca intentaron disuadirme de hacer cualquier cosa que quisiera, pero no conseguí mantener esa actitud cuando crecí. ¿Cómo lo han conseguido estos jóvenes?

El implante coclear ha cambiado claramente la situación. En mis clases en Clarke, me doy cuenta de la diferencia. Si estornudo cuando los chicos están trabajando, veo cómo los que llevan implantes levantan la cabeza para ver qué he dicho, mientras que los que no los llevan no suelen mirar. No digo que los implantes sean la solución definitiva, pero no se puede ignorar su importancia. Cuando los chicos con implantes me enseñan sus móviles y hablan de películas que han visto, me siento más sorda a su lado.

También hay otros avances a los que pueden acceder: teléfonos de texto, correo electrónico, sistema de amplificación en las clases, gente que les copie los apuntes, intérpretes y transcripciones orales. Yo no tuve acceso a nada de esto cuando era una niña, ni tampoco de joven. Aunque no lo lamento, porque creo en que hay que mirar hacia delante, nunca hacia atrás, ha habido momentos en los últimos dos años en los que me preguntaba: «¿Cómo pasé el instituto? ¿Realmente lo aproveché al máximo?».

Incluso más importante en la formación de la conciencia del «puedo hacerlo» es la concienciación social sobre sordera. Ésta ha crecido en paralelo a los avances tecnológicos pero no necesariamente, en mi opinión, como una consecuencia de éstos. Podemos usar como ejemplo los aparcamientos reservados para discapacitados. ¿Quién pensó en esto? El ADA [Americans with Disabilities Act (Ley para Estadounidenses con Discapacidad)] ha tenido un gran impacto en cómo se ve socialmente a las personas con discapacidad física. La sordera es a menudo una discapacidad invisible, aunque he notado que cada vez más gente hoy en día sabe que soy sorda antes de decírselo y normalmente es gente joven. Hace veinticinco años era raro que un extraño no me mirara preguntándose «¿Qué te ocurre?» cuando no era capaz de entender lo que decía o la primera vez que escuchaba mi voz. Los medios de comunicación desde luego aumentan nuestra conciencia sobre la discapacidad, pero también pienso que nos estamos volviendo más capaces de sentir empatía, estamos más abiertos y concienciados con todas las diferencias.

Hablando de empatía, debo decir que estoy sobrecogida con la labor de los profesores, orientadores, terapeutas, tutores y especialistas con los que he hablado a lo largo de estos dos años, los cuales mantienen contacto regularmente con niños con discapacidad auditiva. Lo mismo me pasa con muchos de los padres de estos niños. Están constantemente pensando en cómo educar a la sociedad más profundamente y, también, educar y dar al niño las claves para que comprenda sus propias necesidades y sepa defenderse por sí mismo. No cabe duda en la mente de estos trabajadores y ayudantes de que la personas con problemas auditivos puede y debe tener oportunidades justas para encontrar su camino en el mundo. Esto crea el terreno apropiado en el que la actitud del «puedo hacerlo» arraiga, crece y florece.

Últimamente, a la vez que me ilusiona lo que he visto y oído en los últimos dos años, también veo la importancia de fomentar la franqueza, la flexibilidad y la empatía en los niños con discapacidad auditiva. Sin duda, veo estas cualidades en los jóvenes que mencioné antes. Ellos «son dueños» de su discapacidad auditiva; no se consideran sus víctimas. No están atrapados en una mentalidad del «nosotros contra ellos» que les separe aún más del mundo oyente. Saben que todos hoy —tanto oyentes como sordos— tienen que trabajar duro para tener éxito, hacen esfuerzos para conectar con los demás y saben que probablemente experimentarán la soledad.

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