Otoño 2018 – número 1

CLARKE

- Hay que asegurarse que la asamblea de la mañana sea una experiencia inclusiva
- Cómo conseguir que las aulas estén acústicamente bien acondicionadas

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Hay que asegurarse que la asamblea de la mañana sea una experiencia inclusiva

Si se entra en cualquier aula de primaria a primera hora de la jornada escolar, es probable encontrarse con la “asamblea de la mañana”. Es la manera en la que se comienza la jornada en un aula de Educación Primaria en casi todos los centros escolares.

Es el momento en el que toda la clase se reúne, los compañeros interactúan, se habla del plan de trabajo del día, se comparten ideas y experiencias y se comienza la jornada de forma congruente y fiable.

La asamblea de por las mañanas es un momento en el que se escucha con respeto a todos los niños y niñas. Sirve de transición entre el encuentro con cada niño y el conjunto de la clase, trabajando todos juntos con la finalidad de aprender. La asamblea de por las mañanas es una práctica universal y es una parte valiosa, incluso esencial, del currículo en educación primaria.
El componente más importante de la asamblea es la comunicación entre el profesor y todos los alumnos. El profesor se dirige a la clase en su conjunto, así como a los niños de forma individual. Los alumnos tienen la oportunidad de compartir sus propios pensamientos e ideas, aprenden a escuchar con respeto y a cooperar. Los profesores saben cómo preparar bien el momento de la asamblea adelantándose al comienzo de un nuevo curso. Si se le comunica con tiempo a la profesora que tendrá en su clase a un alumno con sordera o hipoacusia, probablemente se beneficiará de tener recursos adicionales.

La pérdida auditiva es una discapacidad que tiende a aislar y separar a una persona del resto del grupo. Un alumno con pérdida auditiva que se integre en educación primaria debe empezar a desarrollar las aptitudes necesarias para mantenerse integrado en el grupo. Se trata de un proceso constante y a largo plazo, en el que el alumno necesitará orientación para aprender a desenvolverse. La responsabilidad de esta orientación recaerá en primer lugar y en especial en el profesor del aula. Si la asamblea es un componente esencial en educación primaria, será el momento idóneo para comenzar el proceso de aprendizaje. Y si un profesor logra la inclusión del alumno en la asamblea, el resto de la jornada será más fácil.

El alumno con sordera o hipoacusia necesita básicamente:

1. Utilizar sus restos auditivos de la mejor manera posible para escuchar y entender la voz del profesor y la de sus compañeros.

2. Tener en su campo de visión al profesor y al resto de alumnos.

3. Tener una idea clara de quién está hablando en cada momento y poder entender los comentarios de sus compañeros.

4. Ser capaz de seguir y comprender lo que se está debatiendo.

5. Que los compañeros le escuchen con respeto y le respondan apropiadamente cuando le llegue el turno de intervenir para compartir sus pensamientos e ideas.

6. Sentir que forma parte de la asamblea como cualquier otro alumno.

A continuación, analizaremos cada uno de estos conceptos.

Utilizar sus restos auditivos de la mejor manera posible para oír y entender la voz del profesor y la de los compañeros:

Probablemente el alumno utilice algún producto de apoyo que le ayude a oír de manera más eficaz; entre las opciones se encuentran los audífonos, los implantes cocleares, sistemas de FM o sistemas individuales de megafonía (sound field). Si el alumno dispone de un sistema de FM, el profesor utilizará un micrófono que hace que su voz se transmita directamente al alumno. De esta manera, el alumno oye la voz del profesor por encima de otros ruidos de fondo. No obstante, el profesor no debe pensar que el equipo solucionará todas las necesidades de acceso a la información que tiene el alumno. El alumno, además, se debe sentar bastante cerca del profesor para tener un mejor acceso a su voz. De esa forma también el profesor establecerá contacto visual con él con frecuencia y comprobará que está siguiendo la clase.

Ver bien al profesor y al resto de los alumnos:

¿Cómo viene organizando el profesor la asamblea? ¿Se sientan los alumnos en una alfombra de cara al profesor? ¿La distribución a la hora de sentarse es aleatoria? ¿Permanecen en sus pupitres? ¿Se sientan de una manera relativamente organizada, lo que permite al alumno con pérdida auditiva conocer el sitio de sus compañeros cada día? Algunos profesores organizan la disposición de los alumnos escribiendo su nombre en notas adhesivas y colocándolas en la moqueta, de esa manera los alumnos siempre saben cuál es su sitio. Implica también que el profesor puede tener cierto control sobre el lugar en el que los alumnos se sentarán con respecto a otros compañeros. Sentarse en círculo puede ser la mejor disposición, ya que permite una mejor visibilidad para todos. En cualquier caso, el alumno con pérdida auditiva se deberá situar en un lugar en el que pueda ver perfectamente al profesor y estar lo suficientemente cerca para oír y leer sus labios con facilidad.

Saber quién está hablando y ser capaz de entender lo que dicen los compañeros:

Este puede ser el mayor reto para el alumno con pérdida auditiva en el momento de la asamblea. Aunque la voz del profesor será posiblemente más alta y clara, teniendo en cuenta que además puede estar haciendo uso de un micrófono, otra cosa bien distinta serán las voces de los compañeros del alumno. Los alumnos tienen tendencia a murmurar, a enredarse diciendo lo que piensan, a hablar con la boca tapada o mirando justo en dirección contraria al lugar donde están sentados sus compañeros de clase. La voz de algunos alumnos puede ser un tono de voz suficientemente alto, pero el de otros puede ser extremadamente bajo. Una buena opción es disponer de un micrófono portátil, pero debe utilizarse con precaución y siguiendo las instrucciones de manejo del equipo y teniendo en cuenta las advertencias sobre cualquiera de los cables que llevan incorporados.

Existen micrófonos que están diseñados específicamente para pasarse entre el auditorio y es una herramienta que merece la pena tener. Cuando los alumnos no dispongan de un micrófono, conviene que el profesor repita o parafrasee lo que diga cada alumno después de que intervenga. De esta manera, el mensaje se repetirá para toda la clase y el alumno con pérdida auditiva tendrá una segunda oportunidad de oírlo y comprender lo que se ha dicho. Servirá también para enlentecer el ritmo de la conversación, lo que facilitará el seguimiento y el procesamiento de la información por parte de todo el grupo. De todas maneras, se debe promover que el alumno con sordera o hipoacusia mire a sus compañeros cuando hablen. También ayuda establecer un procedimiento definido para regular los turnos, como por ejemplo, que los alumnos se pongan de pie cuando intervengan, que indiquen que quieren hablar alzando la mano, o de cualquier otra manera que permita saber quién está hablando.

Ser capaz de seguir y comprender lo que se esté debatiendo:

El alumno con sordera o hipoacusia se esforzará para seguir lo que ocurre durante la asamblea. Deberá concentrarse, escuchar y observar cuidadosamente, tratando de completar lo que no haya oído y procesar la información simultáneamente. Si hay jaleo o confusión, se distraerá con facilidad. Si algo es difícil de entender, puede quedarse rezagado rápidamente. Si tiene dificultad para identificar quién está hablando, podrá perder el hilo del debate. Para garantizar que esto no suceda, el profesor puede anotar la agenda del día en la pizarra o en un rotafolio, para que todos los alumnos puedan verlo. Si se toman decisiones en grupo, puede anotarlas en la pizarra o en el rotafolio. Puede también mantener un ritmo de conversación lento, utilizando una “piedra que se va pasando” o estableciendo otras reglas para que todos se entiendan. Puede comprobar con frecuencia si el alumno con sordera o hipoacusia está entendiendo. No obstante, hay que tener en cuenta que si se le pregunta “¿me has oído?” o “¿lo has entendido?”, la respuesta más probable del alumno será “sí”, tanto si ha entendido como si no. Es más eficaz que el profesor plantee al alumno preguntas que requieran devolver información relacionada con lo que se acaba de decir y que evidencie que ha comprendido. Si durante la asamblea se establece que a todos los alumnos se les puede pedir que vuelvan a decir o que respondan sobre lo que se está debatiendo,  se contribuirá a que todos los alumnos, incluidos los que tienen pérdida auditiva, no se sientan diferentes.

Que los compañeros le escuchen con respeto y le respondan apropiadamente:

Es sumamente importante comenzar el curso exponiendo las necesidades del alumno a la hora de comunicarse. Este debate puede ser dirigido por el profesor u otro adulto que acuda a clase específicamente para hacer una breve presentación como, por ejemplo, el profesor de audición y lenguaje o el logopeda. El alumno debe ser informado con antelación y tener la opción de participar o bien no estar presente; de cualquier manera, la clase puede recibir una información básica sobre la pérdida auditiva, los productos de apoyo y los conceptos básicos a tener en cuenta a la hora de comunicarse con una persona con sordera o hipoacusia. Si el habla del alumno es difícil de entender, se pueden dar al resto de alumnos estrategias para manejar las situaciones en las que no le entiendan. Se les puede adelantar que seguro que les será más fácil entenderle según vaya pasando el tiempo. También pueden tener la oportunidad de hacer preguntas. Además, el profesor debe establecer unas reglas para facilitar que todos participen y enseñar habilidades de escucha a todos los alumnos.

Cuando llegue el momento de que el alumno participe, sus compañeros sabrán que deben permanecer callados y escuchar con respeto. Así el alumno se sentirá seguro y tendrá una oportunidad de ir adquiriendo confianza.

Sentir que forma parte de la asamblea como cualquier otro alumno:

No es difícil que el alumno con pérdida auditiva pierda detalles y termine desorientado o desconectando por completo. Por otra parte, es posible que se esfuerce tanto en seguir el ritmo que no encontrará el momento de participar en clase. Puede ser fácil olvidarse del alumno, especialmente si es tranquilo y sabe comportarse. El profesor debe estar atento a aquellas señales que indiquen que el alumno puede estar sintiéndose excluido o perdido y ayudarle para que se integre. Si el profesor crea precedente desde el principio, es más probable que se convierta en algo natural. Y si se convierte en parte inherente de la asamblea, será más probable que el alumno con pérdida auditiva sienta que forma parte del grupo como cualquier otro.

Si el profesor logra la inclusión del alumno en la asamblea, el resto de la jornada será más fácil.

Cómo conseguir que las aulas estén acústicamente bien acondicionadas

Vivimos en una sociedad en la que la mayor parte de la información nos llega escuchando. Además, estamos acostumbrados, y con frecuencia se espera de nosotros, que estemos haciendo algo y al mismo tiempo escuchando. Las aulas del sistema educativo ordinario no son una excepción y, de hecho, son entornos acústicos especialmente complicados. El nivel de ruido de fondo de un aula vacía con una acústica deficiente es con frecuencia lo suficientemente alto como para equipararse al habla conversacional. En un aula ocupada el nivel de ruido puede superar fácilmente el nivel del habla conversacional, lo que significa que incluso los alumnos oyentes no oirán todo lo que se diga. Los alumnos con pérdida auditiva, cuya capacidad de acceder a la información por vía auditiva ya es de por sí menor, pierden bastante más.

El uso de equipos de amplificación, estrategias de enseñanza específicas, recursos para facilitar la comunicación y los servicios de apoyo (como personal de apoyo o alumnos que se encarguen de pasar los apuntes) contribuyen de forma importante a que el alumno con pérdida auditiva tenga acceso a la información del aula. Sin embargo, la eficacia de todos estos apoyos es limitada si la acústica del aula es deficiente.

Los alumnos con pérdida auditiva representan únicamente uno de los grupos, entre un conjunto significativo de niños y niñas que corren el riesgo de no tener acceso a la información en las aulas que tienen una acústica deficiente. En este grupo se encuentran los niños con antecedentes de cuadros de otitis media a repetición (infecciones del oído medio), niños para los que el inglés es su segunda lengua (que aprenden en una lengua vehicular que no es su lengua materna), niños con retraso en el desarrollo, trastornos de atención, problemas de habla y de lenguaje, así como los niños con una pérdida auditiva o trastornos del procesamiento auditivo central. Las implicaciones que tiene recibir una información auditiva incompleta son numerosas: problemas académicos, menor participación en   clase y dificultades de comunicación y atención (Dodd-Murphy y Mamlin, 2002). En este sentido, la mejora de la acústica del aula no solo beneficiaría al alumno con pérdida auditiva, sino también a otros muchos niños.

El ruido de fondo y la reverberación (el rebote del sonido en las superficies duras) son los factores de mayor peso en un entorno acústico deficiente. La evaluación de los niveles y las fuentes de ruido que interfieren en el acceso a la voz del profesor es un paso fundamental para conseguir el mejor entorno acústico posible. Hay muchas soluciones sencillas y económicas para conseguir que un aula sea acústicamente adecuada. En la siguiente guía se enumeran algunas sugerencias para amortiguar fuentes habituales de ruidos que dan problema. Recomendamos que los profesores y los padres trabajen conjuntamente para evaluar y mejorar la acústica del aula. Recuerde que el objetivo es aumentar la intensidad y la claridad en la percepción del habla del profesor y a la vez disminuir el nivel de ruido que interfiera con la capacidad del alumno para tener acceso a la información y entender lo que se está diciendo.

Ruido de fondo fuera del aula

La calle o el patio de recreo son ruidosos: La solución idónea sería que la clase se trasladase a otra aula. Si no fuera posible, otras posibles soluciones serían cerrar las ventanas en las horas de mayor ruido, dejando las explicaciones importantes para los momentos más tranquilos de la jornada. También se pueden colocar cortinas en las ventanas. Hay que intentar coordinar cuando toca cortar el césped con el personal de mantenimiento para que no interfieran en aquellos momentos en los en los que se dan explicaciones importantes.

Ruido en los pasillos: Mantener cerradas las puertas durante las clases y verificar su capacidad de obstruir el paso del ruido. Encargar la instalación de juntas en la parte inferior de las puertas para clausurar el hueco entre las puertas y el suelo, de manera que el sonido no traspase en el aula. Si no se pueden instalar juntas, se pueden utilizar burletes similares a los que se usan para proteger las viviendas en invierno (semejantes a serpientes de tela acolchada). Implementar una política general de silencio en los pasillos.

Ruido procedente del aula contigua: Cubrir los conductos de ventilación que no se utilicen con tela acolchada.

Ruido de fondo dentro del aula

Un sistema de calefacción/ventilación ruidoso: El alumno debe estar en el extremo opuesto del aula. Solicitar que se realice un mantenimiento del sistema. Es posible que se pueda reducir el volumen del caudal de aire o la velocidad del ventilador.

Iluminación fluorescente: solicitar que se cambien los balastos con frecuencia y estudiar la posibilidad de utilizar otras fuentes de iluminación cuando sea posible.

Otros sonidos de motores (bombas de peceras, sacapuntas eléctricos): El pupitre del alumno debe estar alejado de las peceras y los sacapuntas eléctricos. Facilitar a los alumnos sacapuntas manuales y evitar el uso de sacapuntas eléctricos. Si el alumno tiene una mejor audición en un oído o utiliza un implante coclear, se le debe situar en el aula de manera que el oído mejor o el oído con el implante se encuentre alejado de la fuente de ruido.

Proyectores de vídeo: Los ventiladores de los proyectores pueden ser una fuente de ruido de fondo. El pupitre del alumno debe estar alejado de estas fuentes de ruido.

Reverberación: maneras de limitar el “rebote del sonido”

Paredes y techos: prestar atención a las paredes y detectar cualquier separación entre ellas. Revisar las paredes contiguas: al menos una de ellas debería contar con algún tipo de material absorbente. Colgar tapices o tablones de anuncios en las paredes que estén vacías. Se pueden adquirir paneles de fibra de celulosa que son baratos y se encuentran en tiendas donde venden maderas. Se pueden cubrir con arpillera de colores. Con una plancha entera se puede realizar un tablón de anuncios grande o se puede cortar en trozos pequeños y utilizarlos como separadores o tableros de anuncios que sean más pequeños.

En las aulas vacías los niveles de reverberación son mayores. Se pueden utilizar librerías que interfieran en el flujo de sonido en el aula. Deben tener una altura entre 150 y 180 cm y estar repletas de libros. Se deben colocar perpendiculares a las paredes para impedir que el sonido fluya a través del aula, o alinearlas contra las paredes para evitar que el sonido rebote en el aula.
En las aulas antiguas con techos altos de escayola, se debe pensar en la instalación de falsos techos suspendidos realizados con planchas acústicas. La Acoustical Society of America (2000) sugiere suspender de los techos paneles de fibra de 5 cm de espesor, recubiertos de tela, e instalar piezas del mismo material en las paredes, entre las ventanas, como alternativa cuando colocar un techo suspendido es demasiado costoso o complicado.

Suelos rígidos: La mejor solución sería cubrir de moqueta todo el suelo del aula. Si no fuera posible, se pueden colocar alfombras de grandes dimensiones. Se pueden crear zonas silenciosas colocando librerías u otros separadores alrededor de una alfombra. Si las alfombras no fueran posibles, se pueden utilizar pelotas de tenis usadas (¡ojo al latex y a las posibles alergias a dicho maerial), hacerles una hendidura en forma de “x” y colocarlas debajo de las patas de sillas y pupitres. Visite http://hushhups.com para obtener información acerca de pequeñas bolas de fieltro fabricadas específicamente para esta finalidad que se pueden adquirir como alternativa al uso de pelotas de tenis.

La acústica en el aula se ha pasado por alto a pesar de que los entornos de escucha deficientes suponen, para muchos alumnos, el riesgo de encontrarse con dificultades en el aprendizaje. Para obtener más información sobre las normas de acústica en el aula, consulte el documento del BIAP sobre Inteligibilidad de la palabra en las aulas. http://www.biap.org/de/recommandations/recomendaciones/ct-09-ruido/123-rec-09-04-es-inteligibilidad-de-la-palabra-en-las-aulas/file
Recursos mencionados en este artículo:

Dodd-Murphy, J. & Mamlin, N. (2002). Minimizing minimal hearing loss in the schools: What every teacher should know. Preventing School Failure, Winter 2002, 86-92.

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