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Vol. VIII, núm. 3, periodo primavera 2014-2015 | ![]() | |||||||||
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Sentando las bases para que el alumno aprenda a defender sus derechos Clarke Mainstream News, 2014: Vol. 33, no. 3. | ![]() | |||||||||
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Abogar por los propios derechos es un proceso que requiere orientación y asesoramiento a lo largo de la escolarización del alumno para que se vaya arraigando. Resulta bastante difícil que nuestros alumnos puedan hacer valer sus derechos con seguridad y confianza cuando están en secundaria, o en etapas posteriores, si no se les ha dado oportunidad a lo largo del tiempo para que sean conscientes de su importancia y para que lo hayan llevado a la práctica. Christine Derosier, una profesora de audición y lenguaje del sistema ordinario de Clarke, nos muestra la manera de ir sentando las bases en los alumnos más pequeños para que con el tiempo se sientan capaces de abocar por sus propios derechos. Christine dirige Young Voices (Voces Jóvenes ), un programa de colaboración entre Clarke y el Distrito Escolar de Worcester para niños con sordera e hipoacusia en la Woodland Academy de Worcester, Massachusetts. En su tercer año de existencia, Voces Jóvenes ha encontrado una magnífica sede en este centro educativo del municipio. Christine trata de maximizar los beneficios de la integración en el sistema educativo ordinario y la integración inversa para sus alumnos. Sus alumnos tienen edades comprendidas entre tres años y seis-siete años. Trabaja con alumnos con pérdida auditiva individualmente y en grupos pequeños, invitando a algunos compañeros oyentes a que participen en sus actividades (integración inversa). A medida que los alumnos avanzan, pasan parte del tiempo en clases ordinarias, con y sin apoyo dentro del grupo. A los alumnos que se integran plenamente en el sistema educativo ordinario se les sigue facilitando servicios de apoyo y de Audición y Lenguaje. Hace poco, Christine describía algunas de sus actividades preferidas para promover que los alumnos aprendan a abogar por sus derechos. Aunque ella tiene la ventaja de formar parte de la comunidad escolar en el día a día, muchas de las sugerencias se pueden adaptar a un entorno educativo ordinario. ¿Quién soy? Incluso cuando los alumnos sólo tienen tres años, Christine trata de empezar a sentar unas bases sólidas. Empieza cada curso ayudando a los alumnos a que aprendan más acerca de su pérdida auditiva y los dispositivos técnicos que utilizan, así como la forma de explicárselo a otras personas. Christine ayuda a todos sus alumnos a preparar presentaciones en PowerPoint que, comparten primero entre ellos y posteriormente, con sus compañeros oyentes. Elaborar estas presentaciones permite a los alumnos adquirir práctica con los términos específicos relacionados con su equipo y las razones por las que los necesita para oír. Los alumnos de tres años le dictan lo que desean que escriba en la plantilla de PowerPoint y, después, le ayudan a buscar fotos en Internet acordes con el texto. De esta forma, pueden personalizar sus presentaciones y, al mismo tiempo, disponer de una base que les ayude a hablar sobre sí mismos. Las presentaciones de los niños de tres años incluyen una introducción sencilla, en la que se recogen algunas de las cosas que les gustan y la referencia a los aparatos que utilizan. A medida que avanzan, los alumnos siguen necesitando que se les aporten las ideas, pero ya son capaces de teclear su nombre y algunas palabras, seleccionar más detalles sobre la disposición y el diseño, y compartir más datos sobre sus gustos e intereses. Las presentaciones incluyen frases del tipo: “Mi nombre es… El hecho de compartir sus presentaciones con otros alumnos les ayuda a comprender que, aunque todos tienen en común una pérdida auditiva, pueden utilizar aparatos que son diferentes. Pueden comparar los dispositivos, los colores de los moldes y todo lo demás. Un mes después de iniciado el curso, los alumnos, que también participan en las clases ordinarias, comparten sus presentaciones con los compañeros oyentes. Las presentaciones suelen suscitar preguntas que animan a los alumnos a extenderse en sus explicaciones sobre sus prótesis auditivas (p. ej. preguntas como “¿Cuándo te los quitas?”). No obstante, la mayoría de los comentarios y las preguntas de los pequeños suelen ser manifestaciones de emoción al apreciar que comparten los mismos intereses: “¿a qué juegas con tu hermano?”, “¡yo también tengo cinco años!”, “¡mi bicicleta es azul!”, “¿de qué color es la tuya?”, “¡también me gustan los coches de carreras!”. En opinión de Christine, suele ser la parte más emotiva ya que el alumno conecta con el resto de compañeros y se siente “uno más de la clase”. El dispositivo tecnológico les suele llamar la atención, pero es más importante todo aquello que tienen en común. Aunque los alumnos mayores de Christine están en primero de Primaria, la idea de hacer una presentación de PowerPoint es aplicable a los alumnos de cualquier edad y sea cual sea el entorno escolar en el que estén. Los alumnos pueden utilizar presentaciones para darse a conocer a un grupo nuevo de compañeros, para ayudar en la formación de nuevos profesores o para resaltar sus puntos fuertes y áreas de mejora en la reunión del DIAC. Las presentaciones pueden ser tan sencillas o tan detalladas como sea necesario según los fines y según la capacidad de cada alumno. Una vez que un alumno prepara una presentación, se puede actualizar fácilmente cada curso. “Podemos enseñar a nuestros alumnos a abogar por sus derechos, pero, si el resto de los niños no sabe responder de una manera adecuada, es imposible que funcione”. ¡A comer! Cuando llegó el momento de que el primer grupo de Christine pasara de Educación Infantil a Primaria, el cambio significó también para ellos pasar de comer en un aula tranquila, libre de ruidos, a hacerlo en un comedor con otros cien niños. “El tiempo de comedor es un momento en el que los niños han de relacionarse con sus compañeros”, comentó Christine. Sin embargo, en un comedor ruidoso y concurrido, lo que se apreciaba eran claros signos de frustración. Los alumnos mostraban reacciones tanto antes de entrar al comedor como durante el tiempo de comida que evidenciaban la necesidad de introducir cambios. Christine comentó con la directora la posibilidad de iniciar un grupo para comer en su aula. La idea era que los alumnos con pérdida auditiva pudieran comer fuera del comedor pero sin aislarles del resto de sus compañeros oyentes. Formando grupos compuestos por alumnos con pérdida auditiva y unos cuantos compañeros oyentes que cada día eran diferentes, podría mantener a sus alumnos en contacto con el resto de compañeros y ayudar a todos ellos a poner en práctica habilidades sociales. La directora estuvo de acuerdo con la idea. “Ella valora lo que estamos haciendo”, aseguró Christine, destacando el apoyo de la dirección como un elemento clave en el éxito logrado. “La directora entiende que comer en el aula junto a un pequeño grupo de compañeros facilita a los alumnos el acceso a la comunicación y disminuye su ansiedad, ofreciendo a todos los niños un tiempo extra para poner en práctica sus habilidades sociales”. Empezaron eligiendo a compañeros oyentes con buen nivel de lenguaje y después optaron simplemente por rotar a todos los alumnos de la clase, para que así todos pudieran participar. “Los niños no se sienten señalados”, comentó Christine. “Es un privilegio participar”. Hubo oportunidad de comprobarlo en una visita que realizamos para observar en vivo y en directo al grupo de comedor de primer curso. Con la lista de la clase en la mano, entramos en el comedor para llamar a los dos alumnos con discapacidad auditiva y a los otros dos compañeros invitados (el grupo se compone de cuatro alumnos cada día). Varios alumnos con expresión expectante se acercaron a Christine al ver que nos acercábamos a las mesas. “Srta. Christine, ¿es hoy mi turno?”, preguntaban, uno tras otro. ¡Participar en el grupo de almuerzo es como ganar un premio de lotería! Mientras el grupo se sentaba en la mesa en el aula de Christine, uno de los alumnos oyentes comentó espontáneamente: “Srta. Christine, ¿sabe por qué me gusta venir aquí? Porque aquí todo está tranquilo, mientras que en el comedor hay mucho ruido”. Para incentivar el intercambio, cada día la conversación del grupo de almuerzo se estructura en torno a una pregunta. En el caso de los alumnos más pequeños, Christine puede plantear una pregunta a la que los alumnos pueden responder seleccionando una entre varias alternativas. A continuación, pueden comparar cuántos han respondido lo mismo, cuantos lo han hecho de manera diferente y hablar de por qué eligieron una u otra. También, Christine puede extraer una pregunta de una caja especialmente decorada que contiene preguntas “preparadas por el profesor”. A partir de primero de primaria, el objetivo es que los alumnos comiencen a plantear sus propias preguntas. Christine les anima a que piensen en preguntas que les ayude a conocerse mejor entre ellos. Por ejemplo, un alumno puede comenzar haciendo un comentario sobre su persona (p. ej.: “tengo una bicicleta”) y, siguiendo el modelo ofrecido por la profesora, convertirlo en una pregunta que puede hacer a uno de los compañeros (“¿tienes bicicleta?”, “¿de qué color es tu bicicleta?”). Christine escribe la pregunta del día en una hoja de papel para que los alumnos puedan acudir a ella en el caso de que lo necesiten. Después, los alumnos se turnan para hacerse la pregunta unos a otros, escuchar y responder a las respuestas de los demás. Christine anota también la respuesta de cada alumno y, antes de que termine la hora de la comida, todos los alumnos tienen la oportunidad de intervenir. Estas fichas en las quedan escritas las “preguntas del día” se guardan en una carpeta que a los alumnos les gusta consultar a lo largo del curso. El grupo de almuerzo tiene la finalidad de que todos los niños lleven a la práctica habilidades para abogar por sus propios derechos no solo con otros niños que tienen también una pérdida auditiva sino con todo el grupo. “Podemos enseñar a nuestros alumnos a abogar por sus derechos pero, si el resto de los niños no sabe responder de una manera adecuada, es imposible que funcione”. Todos los días enseñamos a nuestros niños a llevar a la práctica el abogar por sus derechos, pero también enseñamos al resto de sus compañeros la forma en la que pueden ayudarles: cómo responder, qué decir, cómo preguntar si necesitan que se les aclare algo, cómo ayudarles sin intentar traducir lo que dicen, cómo darse cuenta de cuándo no han entendido algo y necesitan que se les repita. Creo que es muy importante que sus compañeros sepan cómo responder adecuadamente, para que nuestros niños no sobrepasen su nivel de frustración cuando se esfuerzan para que se les entienda”. Esta orientación tan especial (guiar a los niños para que adquieran estrategias eficaces sin resolverles los problemas que ellos tienen que resolver por sí mismos) es lo que hace que este momento del almuerzo en grupo sea tan valioso. En el caso de los alumnos con pérdida auditiva, se comprueba periódicamente si han entendido una respuesta en su totalidad o sólo en parte. Por ejemplo, durante la sesión a la que asistimos, la pregunta del día fue: “¿qué se puede compartir con un amigo?”. Uno de los alumnos con pérdida auditiva planteó la pregunta a un compañero oyente que respondió: “cuando mi primo viene a mi casa, comparto con él mi Wii”. Con el fin de comprobar la comprensión del alumno con pérdida auditiva, Christine le preguntó: “¿qué has entendido que te ha preguntado ____?” Gracias a que se comprobó, se detectó que el alumno no había entendido con claridad a su compañero. “No lo sé, repítelo, por favor”, contestó. Tras un segundo intento, le dijo más específicamente: “por favor, habla más alto, no te escucho”. “¡Qué bien lo solucionas cuando te encuentras con un problema!, exclamó Christine al alumno con pérdida auditiva, felicitándole y destacando las estrategias para reparar las rupturas en la conversación que había utilizado. “Le dijiste: ¿puedes repetirlo?” y “necesito que me hables más alto!” Por otra parte, Christine ayuda también a los niños oyentes a que solucionen también los malentendidos o rupturas en la conversación. Un alumno puede decir: “creo que ____ no me ha entendido”. En vez de intervenir, Christine anima al alumno a reflexionar preguntándole: “¿cómo lo sabes?, ¿qué podrías hacer?” y así practican posibles soluciones como, por ejemplo, llamar al compañero por su nombre o dándole un toque en el hombro, etc. Una de las bases de las sesiones de orientación de Christine es que enseña a todos los alumnos a escuchar de manera activa. Esto es importante porque si no se puede caer en el hábito de pedir que se repita constantemente lo que se ha dicho previamente. “¿Necesitas de verdad que se te repita o es que no estabas escuchando?” es algo que los alumnos deben aprender a distinguir. En el caso de los alumnos oyentes, implica ayudarles a darse cuenta de que cuando se dirijan a sus compañeros con discapacidad auditiva, antes de hacerles una pregunta, deben asegurarse que cuentan con su atención. ¿Le han mirado a los ojos? ¿Se han girado para ponerse cara a cara? La práctica de estas habilidades para hablar en el grupo del almuerzo se puede trasladar después al aula. Al igual que les sucedió a los alumnos de infantil de Christine al comienzo, el comedor puede ser un entorno particularmente complicado para muchos de nuestros alumnos con pérdida auditiva. El grupo de almuerzo es una buena alternativa en la que se fomentan las condiciones que favorecen la relación social, en lugar de entorpecerla. Ofrece también un cambio de ritmo favorable a los niños oyentes que participan. Aunque Christine está disponible diariamente para encargarse de un grupo de almuerzo en su aula, reconoce que se pueden superar obstáculos comunes en otras situaciones del entorno educativo ordinario. Se puede hacer encontrando un lugar tranquilo y disponiendo de personal apropiado que se pueda encargar del grupo de almuerzo de forma periódica o de manera rotativa. Contar con el respaldo de la dirección es un primer paso fundamental, subrayó. Una vez que se comprenden los problemas de acceso a la comunicación específicos de los alumnos con pérdida auditiva y las ventajas que se consiguen para todos los que participan, el compromiso por parte de la dirección hace más fácil que se pueda implementar un plan. Ante la llegada inminente de preparación del DIAC, los equipos escolares analizan el progreso de los alumnos y establecen nuevos objetivos, muchos de los cuales están vinculados a una visión a largo plazo de nuestros alumnos defendiendo sus derechos de manera efectiva. Con un vistazo al programa de Voces Jóvenes nos podemos hacer una idea de la manera de fomentar estas habilidades en los alumnos más jóvenes. Nuestros alumnos tendrán más oportunidades de convertirse en personas que abogan con confianza por sus propios derechos cuando la práctica está inmersa en el día a día y se extiende a todos y cada uno de los años. | “¡Buena solución cuando te encuentras con un problema! Has dicho: ¿Puedes repetirlo? y “¡Necesito que hables más alto!”“Podemos enseñar a nuestros niños a abogar por sus derechos pero si los otros niños no saben responder, no va a funcionar” | |||||||||
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Pasos a seguir para abogar por los propios derechos: | ![]() | |||||||||
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Al considerar la forma de practicar con los alumnos con discapacidad auditiva más pequeños, para que hagan valer sus derechos, se puede aprender mucho de aquellos que ya han recorrido parte del camino. Nos pueden ayudar a comprobar hasta qué punto las habilidades que trabajamos en el día a día y vamos desarrollando curso tras curso, realmente marcan una diferencia a la hora de valorar la preparación que tiene un alumno al finalizar la Educación Secundaria. Ian Faulkner, alumno de primer curso en la Westfield State University, está justo en la mitad del camino hacia la independencia y la responsabilidad que ello conlleva. Cuando describe situaciones en las que ha tenido que abogar por sus propios derechos durante este curso, Ian reflexiona acerca las experiencias del pasado que le prepararon para afrontarlas con confianza. El viaje que Ian realizó a Nicaragua le ofreció la oportunidad de poner en práctica lo que había aprendido acerca de sí mismo y su pérdida auditiva, y ayudar a otra persona. Practicar con sentido En los últimos cursos de la etapa de secundaria, el profesor de educación especial de Ian (que anteriormente se había ocupado de la formación de sus profesores) adoptó una postura muy clara. “Me dijo: mi labor acaba aquí, de ahora en adelante debes ser tú el que hable con tus profesores”, explicó Ian. “Me sirvió de lección y, con frecuencia, he aprendido sobre todo de mis errores. He aprendido que sentarme en la fila de delante y en el centro es el peor lugar que puedo elegir. Debo sentarme en un extremo de la primera o segunda fila para poder ver a la mayoría de los alumnos y leerles los labios. He aprendido a acudir a clase temprano para conseguir el mejor sitio”. Gracias a la práctica adquirida en sus reuniones en la etapa de secundaria, Ian fue capaz de explicar sus necesidades de acceso a la información al servicio de atención a la discapacidad de la universidad. Aprendió que la defensa de sus propios intereses conlleva planificar por anticipado, realizar numerosas preguntas, explicar cuáles son las necesidades que uno tiene y ser persistente. “Me tengo que asegurar de que no se me escapa nada,” comentó, añadiendo que depende sólo de él, no de sus padres, solicitar los servicios cada curso”. Actualmente, Ian utiliza un sistema de FM y dispone de los apuntes de compañeros de clase. El sistema de FM que facilita su universidad es diferente del que utilizaba en secundaria. Su consejo a otros alumnos es que “se interesen por conocer el sistema de FM con antelación; informen a su audiólogo del sistema que utilizarán; ¿funcionará este equipo con sus audífonos o implantes cocleares?” En el caso de Ian, resultó que el sistema de FM de su universidad era mediante bucle magnético (en lugar de receptores acoplados directamente a sus audífonos). Tuvo que programar una cita con su audiólogo para que activase el modo T en sus audífonos, lo que retrasó el uso del sistema de FM en las primeras semanas de clase. La solicitud del sistema de FM es el primer paso, abogar por su derecho a utilizarlo en clase es también necesario. “Tengo que informar a mis profesores de que soy sordo y la manera de utilizar el equipo”, explicó Ian. En la mayoría de los casos, los profesores “han adoptado una actitud muy positiva hacia el uso del sistema de FM”, comentó, aunque anima a los adultos a que adviertan a los alumnos para que sepan lo que hacer cuando se encuentren con un profesor que no muestra la disposición esperada. Los alumnos deben practicar lo que deben responder cuando un profesor dice: “prefiero no utilizarlo; ¿no puedes sentarte en un lugar preferente?”. “Sé cómo dar razones”, comentó Ian. “He aprendido que debo salir adelante por mi cuenta, sin nadie que me respalde”. Ian se ha dado cuenta que la defensa de los propios derechos incluye también dejar claro qué adaptaciones necesita fuera del aula. En principio, su habitación no estaba equipada con una alarma de incendios que dispusiera de una luz estroboscópica para alertarle. Una vez transcurridas dos semanas de curso, se realizó un simulacro de incendio a mitad de la noche e Ian no escuchó la alarma. Su compañero le despertó y pudo ponerse los audífonos y salir del edificio, pero resultó ser un toque de atención, tanto en sentido literal como en sentido figurado, de que era necesario incorporar algunos cambios para garantizar su seguridad. Solicitó que se instalara en la habitación una alarma de incendio para sordos, además de una alarma de repiqueteo de puerta. Además, habló con los compañeros de las habitaciones del pasillo y les pidió que, en caso de emergencia, pulsaran el botón de alerta de su puerta como medida adicional. Conocer a personas que son modelos a seguir La confianza que Ian demuestra actualmente no la ha tenido siempre. “En secundaria, me dejé el pelo largo para poder ocultar los audífonos”, recordó. En esa época, Ian asistió por primera vez a un campamento de “aventuras de verano” de Clarke, una experiencia que describe como un cambio decisivo en su vida. “El campamento de Clarke me abrió los ojos”, aseguró. “Al verano siguiente yo era una persona completamente distinta”. Los orientadores con discapacidad auditiva que conoció en el campamento le influyeron de manera decisiva. “Me enseñaron a dejar de preocuparme por lo que la gente podía decir. Adopté esa mentalidad. El campamento me ayudó a relacionarme más. Una vez que la aceptas -la pérdida auditiva-, te encuentras mejor”. Ian pasó a ser orientador en prácticas y, más adelante, orientador junior, lo que le proporcionó la oportunidad de servir de ejemplo a los participantes más jóvenes. Es un programa en el que se plantea seguir participando en los próximos años. “El campamento cambia a todo el mundo”, afirmó, describiendo la alegría de ver “a niños nuevos participar y hacer amigos”, como él mismo hizo. Cadena de favores En el mes de enero, Ian tuvo la oportunidad de viajar a Nicaragua con un grupo de alumnos y profesores de la universidad WSU para realizar un proyecto de servicio comunitario. Formando parte de “La Esperanza Granada”, ayudaron los trabajadores nativos en la construcción de una escuela. En una misión de este tipo, se realiza más trabajo en equipo y se establece un vínculo más profundo que en el aula. En el caso de Ian, representó una oportunidad de poner en práctica lo que había aprendido de sí mismo y de su pérdida auditiva, y ayudar a otra persona. Una profesora del equipo le comentó que había sufrido una pérdida de audición tardía y que había empezado a utilizar su primer par de audífonos unos meses antes de emprender el viaje. Al principio del viaje, Ian había informado al grupo acerca de su pérdida auditiva, anticipando que sería importante que supieran que habría momentos en que no podría llevar los audífonos y la forma en que deberían llamar su atención (por ejemplo, cuando practicaban natación). “A la profesora le encantó la forma en que yo hablaba y bromeaba acerca del tema. Le ayudé a que aceptara mejor su pérdida auditiva y a sentirse más cómoda hablando de ella con otras personas”, comentó Ian. “Después de que yo se lo contase a todo el mundo, ella consiguió hablar de su pérdida auditiva por primera vez”. Esta experiencia le permitió darse cuenta de que “teníamos cosas en común, podíamos leer los labios. Cuanto más puedes bromear al respecto, más fácil te resulta relacionarte con los demás”. No cabe duda de que Ian seguirá encontrando oportunidades de transmitir la confianza y la aceptación de sí mismo que tanto le ha costado conseguir. Sabe que no es fácil y anima a los alumnos más jóvenes a que sigan intentándolo, así como a sus padres y profesores para que les ayuden a conseguirlo. “La primera vez, sientes miedo cuando tienes que hablar a alguien (sobre la pérdida de audición). Si los niños reciben muchas respuestas negativas, es probable que no quieran contarlo. Hay que ayudarles a seguir intentándolo; si recibes una respuesta poco favorable, da igual, hay que seguir intentándolo. ¡No es el fin del mundo! Es preciso conseguir que sean capaces de abogar por sus propios derechos y ayudarles a mirar hacia atrás y aprender de la experiencia”.
| Me siento mejor esperando a la enfermera con un amigo. Teo y Sofía le dicen a Sebastián una “palabra mágica” para confirmar que puede escuchar a través del sistema de FM | |||||||||
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