Compañeros que se ayudan dentro de un entorno de integración en un colegio ordinario
Una mañana cualquiera en la clase de 2º curso de un colegio ordinario con la profesora, Sra. Garsh, en Needham (Massachusetts), lleva consigo un espacio de tiempo destinado a la participación de los alumnos. En esta actividad, los alumnos se sientan formando un círculo en el lugar marcado para que todos puedan verse las caras y comparten puntos de vista sobre temas de importancia. Los alumnos se pasan lo que llaman el “micro-taza”, que se hace con una taza de plástico y uno de los micrófonos del equipo de FM (sistema de apoyo auditivo personal) que utiliza una de sus compañeras de clase. Los alumnos levantan pacientemente la mano para indicar que desean el turno de palabra y se preocupan de que hable únicamente el alumno que tiene en su mano el micro-taza.
Aunque puede parecer sin más un grupo de alumnos bien educado, que sigue las reglas del aula, es mucho más. Se trata de una comunidad de aprendices que empatizan con su compañera, en este caso, mentalizados para que el aula sea un lugar en el que todos son iguales.
Cuando un niño o una niña con sordera o hipoacusia se incorpora a una clase en un colegio ordinario generalmente suele ser el único alumno/a con pérdida auditiva de todo el centro. En la mayoría de los casos, estos alumnos que son sordos o hipoacúsicos están preparados académicamente para incorporarse al sistema educativo ordinario, pero no tienen por qué disponer necesariamente de herramientas para enfrentarse a los retos que conlleva escuchar en el entorno de aula característico, con ruido de fondo, a distancia del docente que explica y con carencias en el acceso a la información de tipo visual.
Para complicar aún más la situación, los alumnos, los profesores y el personal de cualquier colegio tienen un conocimiento limitado de los retos que implica la pérdida auditiva y los cambios que se deben hacer para facilitar al alumno el acceso a la información. Debido a estos retos, es importante que toda la comunidad del colegio ordinario trabaje conjuntamente para facilitar un acceso óptimo a la información a los alumnos que tienen sordera o hipoacusia.
La clase de la Sra. Garsh se dio cuenta de que, si trabajaban conjuntamente, podrían superar los retos de la pérdida auditiva en la clase y facilitar a su compañera Lila un acceso pleno a la información. Lila es una alumna inteligente, alegre y segura de sí misma que utiliza audífonos y el equipo de FM (sistema de apoyo auditivo personal) que le ayuda a tener acceso a todo lo que se habla en el aula. Se ha incorporado al sistema educativo ordinario en 2º ciclo de preescolar, pero perdió la audición cuando estaba en primer ciclo de educación infantil.
La mayoría de los alumnos de la clase de la Sra. Garsh compartía el aula con Lila por primera vez este curso. Esta circunstancia brindó a los alumnos que habían compartido clase con Lila los cursos anteriores la oportunidad de ofrecer su experiencia de cómo ayudarle en el aula. Esto se hizo en uno de los seminarios anuales sobre pérdida auditiva realizados por Lila y su logopeda.
Cuando pregunté a la clase de la Sra. Garsh el pasado enero qué hacían para ayudar a Lila a oír bien durante el tiempo que estaba en el colegio, todas las manos se levantaron. Algunos de los comentarios fueron: “le tocamos en el hombro para llamar su atención antes de hablar porque necesita leernos los labios”, “procuramos estar callados para que haya menos ruido de fondo”, “nos preocupamos de que Lila tenga sitio en la primera fila cuando vemos vídeos en clase y de que los subtítulos estén activados”. Otro alumno apuntó: “le recordamos a la Sra. Garsh que silencie el micrófono cuando se dirija a otros alumnos que no sean Lila”. Toda la clase se rió con este comentario porque todo lo que se dice con el micrófono abierto se transmite de forma inalámbrica a los diminutos receptores de los audífonos de Lila. Lila levantó la mano para explicar de qué manera la clase le ayudaba y, sin pensarlo, sus compañeros le pasaron el micro-taza. Lila respondió: “¡no lo necesito para oírme!”. De nuevo, toda la clase se rió.
La Sra. Garsh explicó que, a principios del curso, la clase necesitaba momentos en los que participar abiertamente y hablar sobre la manera en que se podrían ayudar los unos a los otros. Generalmente les recordaba lo necesario para ayudar a Lila, pero, en poco tiempo, se dio cuenta de que no necesitaba pedirles que lo hicieran. “Todo el grupo se acuerda de que hay que cerrar la puerta del aula para aislarla del ruido del pasillo, lo que supone una gran diferencia para Lila a la hora de escuchar. Incluso han empezado a recordarle a Lila que no se olvide de quitarse el FM (sistema de apoyo auditivo personal) cuando termina la jornada escolar, ya que se guarda en el colegio”.
Aunque puede parecer sencillo implementar estas adaptaciones, se requiere un trabajo y una práctica constantes. A continuación, se ofrecen algunas estrategias que pueden ayudarle a facilitar el acceso a la información a los alumnos con pérdida auditiva en igualdad de condiciones que sus compañeros oyentes:
1. Hable abiertamente y de manera positiva sobre las diferencias. Cuanto más positiva sea la visión que tienen los profesores de las diferencias, más dispuestos estarán los alumnos a aceptarse tal y como son. Los alumnos ganan confianza y están dispuestos a pedir ayuda cuando la necesitan.
2. Hable con ellos sobre la forma en que los compañeros se pueden ayudar mutuamente. Cuando los alumnos se dan cuenta de que sus acciones pueden tener un impacto positivo o negativo en sus compañeros, están más dispuestos a ayudarles. Se puede promover el compañerismo creando un programa de refuerzo positivo en el que se premie a los alumnos que se ayudan entre ellos.
3. Dedique tiempo a preguntar al alumno con pérdida auditiva qué es lo que le puede ayudar. Es importante para los alumnos con sordera o hipoacusia aprendan a identificar lo que necesitan para que puedan explicar todo aquello que les sirve de ayuda. Esto puede dar más oportunidades para debatir de forma positiva acerca de qué ayuda necesitan los miembros del grupo y propiciar mejores resultados.
4. Pregunte a los compañeros cómo pueden ayudar. Hable de forma explícita sobre la forma de ayudarse mutuamente. Es frecuente que los alumnos expresen ideas novedosas y creativas sobre la manera en que pueden ayudar a sus compañeros. Suele ser más eficaz dar a los alumnos la oportunidad de expresar la forma en que pueden ayudarse que indicarles lo que tienen que hacer.
5. Introduzca las adaptaciones para facilitar el acceso a la información en su rutina diaria. Cuando las adaptaciones forman parte de la rutina diaria, siempre se implementan. Algunos ejemplos son: cerrar la puerta siempre que se entra en el aula, activar los subtítulos cuando se utilizan vídeos, realizar pequeños descansos durante las explicaciones a la misma hora todos los días y pasar el “micro-taza” por todo el aula cuando los alumnos intervienen en clase.
Perder el miedo a la Transición
Resulta difícil creer que el final de curso está casi aquí. Parece que fue ayer cuando se abrieron las puertas para acoger a un grupo nuevo de alumnos en su aula.
Los últimos meses de curso pueden ser muy gratificantes. Las rutinas escolares están bien establecidas, los alumnos son conscientes de las expectativas que usted ha puesto en ellos y, en gran medida, usted conoce lo que puede esperar de cada uno de ellos. Les ha visto crecer y cambiar y le emociona ver cómo van encaminándose hacia retos aún mayores.
No obstante, en el caso de los padres, los cambios y las transiciones que suelen tener lugar a finales de curso, les generan sentimientos bien diferentes.
Las transiciones se magnifican cuando el niño es sordo o hipoacúsico. Ya sean transiciones favorables o no, planificadas o imprevistas, en todos los casos los niños y sus padres salen de su “zona de confort” y deben volver a pensar en la forma de adaptarse a la nueva situación.
Con frecuencia, la palabra “transición” se relaciona con sentimientos de ansiedad a medida que los alumnos avanzan en el sistema educativo y se abren al mundo. Son numerosos los temas de reflexión. ¿Seguirá teniendo los mismos apoyos? ¿Qué ocurrirá si hay necesidad de cambiar al niño de colegio o mudarse a otra ciudad? ¿Cómo se desenvolverá el niño en la etapa de secundaria? Hay un nuevo logopeda en nuestro distrito, ¿será capaz de entender a mi hijo? Es posible que los padres se estén planteando todas estas preguntas.
¿Qué ocurriría si existiera una manera de realizar las transiciones con menos preocupación y que, por el contrario, se entendieran como oportunidades para crecer? A continuación se facilitan algunas estrategias que puede compartir con los padres que usted trabaja para ayudarles a encarar las transiciones a las que se deban enfrentar en breve.
Prepárese
Una de las razones de que las transiciones preocupen tanto es por el miedo a lo desconocido. Por lo tanto, convierta lo desconocido en algo conocido. Dedique un momento a reflexionar sobre lo que le preocupa y la manera en que se siente. Cuando se encuentre listo, determine qué es lo que necesita hacer para prepararse para la transición. Lea libros, plantee preguntas, intégrese en un grupo de apoyo, dedique tiempo a recorrer el nuevo vecindario y averigüe información real (no sirve de ayuda prestar atención a chismes y rumores). Haga lo que deba para encontrar la respuesta a sus preguntas e inquietudes.
Prepare/involucre a su hijo
Como madre o padre o de un niño con necesidades especiales resulta fácil involucrarse en abogar por sus derechos y olvidarse de incluir al niño en el proceso. No cabe duda de que usted va a involucrar a su hijo más o menos dependiendo de su edad, pero incluso los niños más pequeños pueden participar en las transiciones. Después de todo, son los más directamente afectados. Algunas maneras de implicarle son las siguientes:
• Visite el nuevo colegio.
• Conozca a los profesores o al nuevo equipo antes del comienzo del curso escolar.
• Díganles por escrito o verbalmente lo que ustedes crean que son las necesidades de su hijo.
• Asista a las reuniones del DIAC o del equipo.
Nada es inamovible
A pesar de sus mejores intenciones, en ocasiones las cosas no suceden como se piensan. Es posible que el cambio del niño de sesiones de logopedia individuales a sesiones de grupo haya significado un retroceso en la confianza en en sí mismo o que los servicios de apoyo del colegio elegido no estén funcionando como prometieron. No obstante, y aquí es donde entra en juego su preparación previa, no importa cuál haya sido la decisión inicial, siempre hay otras alternativas.
Dele tiempo
Actualmente, el mundo funciona con la gratificación inmediata: películas bajo demanda y envíos en el mismo día constituyen la norma. Sin embargo, es necesario tiempo para adaptarse y es importante que tanto usted como el niño dejen pasar el tiempo necesario para adaptarse a los cambios. No es realista adaptarse a un nuevo colegio o a un nuevo programa de terapia en tan solo una o dos semanas. Es preciso ser paciente y observar la manera en que el niño evoluciona.
Cree una red de apoyo
“El cambio es la única constante en la vida”, afirmó el filósofo griego Heráclito; de forma que es posible que lo mejor sea acostumbrarse al cambio. La transición forma parte del viaje que conlleva el ejercicio de la paternidad. Una buena idea es encontrar a un grupo de padres (o grupos) que comparta su misma experiencia. Siempre hay alguien que ha pasado por la misma situación a la que usted se enfrenta. Haga la pregunta en un grupo de Facebook. Busque a alguien en su entorno cercano que pasado por una situación similar. Pregunte al audiólogo o al logopeda del niño si conocen a alguna familia con la que puedan ponerse en contacto. Encuentre alguna organización con la que pueda conectar. El grupo hace la fuerza y si afronta el cambio sintiendo que hay personas a su lado eliminará gran parte del miedo que siente ante los cambios.
Aprender a abogar por sus derechos: 5 maneras de fomentarlo en un aula ordinaria
Las clases de un colegio ordinario son lugares en los que se trabaja mucho. Se enseña desde la manera de aprender a jugar con los demás y a no herir sus sentimientos cuando los alumnos están en educación infantil, hasta abordar temas más complejos como la solución de ecuaciones cuadráticas y la redacción de ensayos de investigación en la etapa de secundaria.
Sin embargo, algo que se puede olvidar en el camino es enseñar a los niños sordos o hipoacúsicos a abogar por sus derechos. Aunque en el currículo se contempla que los alumnos tienen que memorizar las tablas de multiplicar, en general no hay un tiempo para ayudarles a que aprendan cuáles son las piezas de sus audífonos o implantes cocleares.
La habilidad para abogar por sus derechos garantiza que los alumnos dispongan de las herramientas necesarias para exponer con claridad lo que les preocupa o para manifestar cuando sus necesidades no están siendo atendidas, ya sea en el aula o en el patio.
¿Qué significa abogar por sus derechos?
Abogar por sus derechos implica “que el alumno sea consciente de sus puntos fuertes y sus puntos débiles, que tenga capacidad para plantearse objetivos propios, comportarse de manera asertiva y tomar decisiones. Abogar por sus derechos, implica también saber exponer sus necesidades e intervenir en las decisiones relacionadas con el apoyo que precisa para satisfacerlas” (Stodden, 2000).”
Para los niños sordos o hipoacúsicos, abogar por sus derechos es un factor esencial para tener éxito, en el día a día, en un entorno educativo ordinario. Los alumnos que tienen buenas habilidades para abogar por sus derechos están más preparados para gestionar las transiciones y tienen mayor flexibilidad ante los retos académicos y sociales. Nunca es demasiado tarde para empezar a enseñar a los alumnos estas habilidades, pero cuanto antes las adquieran, mejor preparados estarán para enfrentarse a los retos.
Promover que los alumnos aprendan a abogar por sus derechos
La habilidad del alumno para abogar por sus derechos se compone de múltiples aptitudes y recursos: conocer sus fortalezas y debilidades; aprender a explicar la pérdida auditiva a otras personas; hacerse responsable de sus necesidades individuales; conocer la manera de solucionar las rupturas en la comunicación y crear un equipo de apoyo. Usted como profesor, no tiene que preocuparse de enseñar nada “extra” en el aula, dado que gran parte de estas habilidades pueden encajar en las lecciones que usted ya imparte. En la mayoría de los casos, estas lecciones se pueden enseñar a través de “rol playing”, con el uso de refuerzos y ayudando al alumno a relacionar lo que sabe con sus habilidades.
1 Conocer sus fortalezas y debilidades
Uno de los primeros pasos para que los alumnos aprendan a abogar por sus derechos es ayudarles a identificar sus fortalezas y debilidades. Para alguien que está aprendiendo es importante conocer las áreas en las que destaca y aquellas en las que tiene dificultades. Identificar las fortalezas es de especial importancia para los niños que son sordos o hipoacúsicos. Dedicamos tanto tiempo a hablar de las áreas que les cuestan y a trabajar con ellas (p. ej., reuniones del DIAC, sesiones de terapia, etc.), que no es difícil que los niños con pérdida auditiva se queden atrapados en la idea de que no son buenos en nada.
Enseñar en un entorno educativo ordinario lleva implícito que los alumnos, por lo general, presentan una gama variada de estilos de aprendizaje y, por tanto, puede ser beneficioso para todo el grupo reflexionar acerca de las propias fortalezas y debilidades e identificarlas. Realizar esta actividad con toda la clase puede servir también para ayudar al alumno sordo o hipoacúsico a darse cuenta de que no todo se explica por su pérdida auditiva y que, si bien ésta condición puede tener cierto impacto en el aula, no explica todo lo que tiene que ver con su forma de aprender, ni tiene por qué limitar su aprendizaje. Puede servir también para que el alumno sordo se dé cuenta que tiene cosas en común con otros alumnos de la clase.
Es preciso dedicar tiempo suficiente a ésta práctica, para que los alumnos sean capaces de reflexionar realmente sobre cuáles son sus fortalezas y debilidades. Se puede hacer a través de diarios escritos, mapas visuales, dibujos o listas sencillas.
2 Explicar la pérdida auditiva a otras personas
Una vez que el alumno entienda sus fortalezas y debilidades a la hora de aprender, es el momento de pararse a pensar cómo encaja en ese panorama general el tipo de pérdida auditiva que tiene. Se trata de un conocimiento poderoso que mueve a los alumnos a aprender cómo controlar una situación y a explicar sus necesidades a otras personas.
Cuantos más conocimientos adquiera un alumno, mejor preparado estará. Son aspectos importantes que se deben tener en cuenta, saber el tipo de pérdida auditiva, el grado de pérdida, el lugar donde se ubica en la “banana del lenguaje” y los sonidos en los que tiene dificultad. Los niños deben empezar a dar la impresión de que son expertos en su pérdida auditiva. Por ejemplo, Alex, que tiene nueve años, es un alumno del programa Young Voices (Voces jóvenes), una colaboración entre Clarke Schools y un colegio público de Worcester, Massachusetts. El alumno entiende su pérdida auditiva, la tecnología que utiliza y puede compartir sus conocimientos con sus compañeros de clase:
“Dentro de la cóclea existen células ciliadas. Hay 20.000 células ciliadas. Las personas que son sordas tienen menos células ciliadas, por lo que no pueden oír. El sonido entra en el micrófono y, luego, en la bobina. A continuación, pasa al implante porque están pegados. El electrodo llega hasta la cóclea. El sonido se desplaza hasta los nervios. Recorre todo el camino hasta llegar al cerebro”.
3 Sentirse responsables de sus necesidades
Los alumnos que son sordos o hipoacúsicos deben mostrarse asertivos en el aula. No vale, en su caso, asistir a clase con una pila que no funciona o sentarse en las últimas filas porque todos los pupitres de las primeras están ocupados.
En hechos como éstos es donde se demuestra lo que el alumno ha avanzado en la identificación de sus fortalezas y debilidades y en entender su pérdida auditiva. Cuando un alumno que es sordo o hipoacúsico entiende sus necesidades, es capaz de pedir ayuda para que éstas se tengan en cuenta.
La manera más fácil de realizar esta tarea es simplemente hablar con el alumno y pedirle que explique en qué situaciones oye/entiende mejor y aprende mejor y en qué situaciones encuentra mayor dificultad. También conviene ofrecerle algunas soluciones para poner en práctica cuando sus necesidades no se satisfagan. La mejor manera de llevarlo a cabo es en el contexto de una reunión personal con el niño y se debería realizar un par de veces durante el año ya que las necesidades cambian constantemente.
Incluso los niños más pequeños son capaces de darse cuenta de cuándo las cosas les resultan más sencillas. Por ejemplo, Isabella, que tiene cinco años y participa también en el programa Young Voices, preparó una explicación con imágenes sobre cómo utilizar el micrófono de FM correctamente para compartirlo con sus compañeros. En la explicación hacía saber a sus compañeros: “No se debe acercar demasiado el micrófono a la boca. No se debe gritar al hablar por el micrófono. Es más fácil escuchar si se habla de uno en uno”. Si se facilitan estos conocimientos básicos (con este trabajo previo en la etapa de primaria, la transición a secundaria y bachillerato será menos abrumadora).
4 Saber cómo actuar ante las rupturas en la comunicación
Con frecuencia, los problemas se producen tanto en lo académico, como en las situaciones sociales, cuando la información no se oye correctamente durante una explicación en el aula o cuando un niño malinterpreta lo que escucha en el pasillo y se siente el blanco de una broma. Abogar por sus derechos conlleva también que el alumno sepa qué debe hacer cuando no está seguro de lo que ha entendido.
Una manera de ayudar al alumno cuando se producen rupturas en la comunicación es comprobar que éste dispone de los recursos verbales necesarios para pedir aclaración cuando necesita que alguien le repita algo. ¿Qué es lo que no ha quedado claro? ¿Qué puede hacer la persona que habla para ayudarle? ¿Es cuestión de pedir una aclaración (no lo he entendido bien) o de volumen (no he podido oír bien porque hay demasiado ruido)?
Los grupos de comedor pueden ser de gran ayuda para que los alumnos practiquen sus habilidades de comunicación en un entorno seguro. La mayoría de los grupos de comedor están moderados por un adulto y por tanto es posible centrar el debate sobre temas específicos o áreas de interés. Los alumnos pueden aprender a hacer preguntas, facilitar respuestas, intervenir apropiadamente, iniciar y terminar una conversación, e identificar las rupturas en la comunicación. Disponer de un espacio de tiempo en la jornada escolar para practicar, da a los alumnos la oportunidad de desarrollar estas habilidades y adquirir confianza antes de ponerlas en práctica en el mundo real. Estas habilidades les permitirán responder apropiadamente en el aula, en el patio o en la cafetería cuando surjan estas dificultades.
5 Crear un equipo de apoyo
Que los alumnos aboguen por sus derechos no significa que deban hacer todo por sí mismos o que se espere de ellos que conozcan todas las respuestas. Uno de los resultados que se consiguen cuando los alumnos entienden sus fortalezas y debilidades es que aprenden a pedir ayuda. Es bastante más fácil abogar por los derechos de uno mismo si se sabe que hay otras personas que te pueden ayudar cuando lo necesites.
Un posible modelo a seguir para ayudar al alumno a averiguar la manera de crear un equipo de apoyo es a través del planteamiento de estas preguntas: “qué”, “quién”, “dónde”, “cuándo” y “cómo”.
• ¿Qué necesita conocer (o recibir) el alumno de los demás para lograr su objetivo?
• ¿Quién es la persona más indicada para darle al alumno lo que necesita, además de tener la capacidad de influir sobre él, de decirle lo que tiene que hacer y las habilidades que ha de poner en juego?
• ¿Cuándo es más eficaz y apropiado plantear un problema?
• ¿Dónde abordar este tipo de pregunta o dónde plantear lo que necesita? Por ejemplo, ¿se debería discutir en clase o después? ¿Se debe discutir en privado o en público?
• ¿Cómo deben los alumnos expresarse en diferentes situaciones? ¿hasta qué punto el alumno tiene que compartir con la otra persona detalles y antecedentes de lo que le pasa?
¿QUÉ SUCEDE CUANDO SE ABOGA POR LOS PROPIOS DERECHOS DENTRO EN EL AULA?
Christine Erikson, una logopeda del sistema educativo ordinario de Clarke, que participa en el programa Young Voices, considera que cuando los compañeros participan en una conversación, se crea un clima propicio en el que el alumno se siente comprendido y motivado para seguir abogando por sus derechos. Todos los miembros del grupo aprenden y se implican a la hora de comprender las necesidades de los alumnos que componen el grupo.
Al aprender sobre su pérdida auditiva, la gestión y la comprensión por parte del grupo, las técnicas de resolución de problemas y las estrategias para solventar las rupturas en la comunicación, los alumnos son capaces de transmitir sus conocimientos a otros y abogar por sus derechos dentro y fuera del aula.
Pásalo: de profesor a profesor
¡No permita que todo este arduo trabajo se pierda durante las vacaciones de verano! Asegúrese de que el alumno siga abogando por sus derechos dándole recursos que lleve con él, aunque el curso haya finalizado. A continuación, se dan algunas sugerencias:
1. Aconseje al alumno que escriba una carta o prepare una presentación en PP (véase al final del texto) para el nuevo profesor antes de que comience el curso. Suzanne Raschke, profesora consultora sobre sordera e hipoacusia en el condado de Midland, comenta: “Sugiero a mis alumnos que incluyan aquella información que consideren que es importante que conozcan sus nuevos profesores, qué es lo que les ayuda a acceder a los contenidos curriculares y cuáles son sus necesidades. Creo que realmente están preparados para realizar la transición cuando confían en el conocimiento que tienen de ellos mimos y en su capacidad de abogar por sus derechos.
2. Las averías de los equipos frustran mucho. Puede ser útil anotar en un cuaderno cómo resolver los problemas más frecuentes que pueden presentar las prótesis que utiliza el alumno. En el cuaderno se detallan los pasos que el alumno puede seguir por sí sólo para solucionarlos, antes de pedir ayuda a un profesor. Ha de tener en cuenta la edad del alumno y sus necesidades y e ir actualizándolo todos los años a medida que el alumno va adquiriendo mayor responsabilidad. Algunos ejemplos que se podrían incluir serían: cómo sincronizar las prótesis del alumno al FM; la forma de comprobar el equipo; las pilas; si hay suciedad en el molde o la manera de reiniciar el dispositivo.
Ejemplos de algunas diapositivas que los alumnos incluyeron en sus presentaciones
No se debe acercar demasiado el micrófono a la boca
No se debe gritar al hablar por el micrófono
Es más fácil escuchar si se habla de uno en uno.
El sonido entra en el micrófono y, luego, va a la bobina.
A continuación, pasa al implante porque están pegados.
El electrodo llega hasta la cóclea.
El sonido se desplaza hasta los nervios.