Septiembre 2009 – número 1

CLARKE

- Escuchando bien, aprendiendo bien
- Siguiendo la corriente: En la corriente de la vida diaria

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Escuchando bien, aprendiendo bien

Melissa Grisswold, Clarke Mainstream News, 2008: Vol. 28, no. 1.

En la vuelta al colegio, los detalles adicionales que los profesores incorporan en sus aulas ayudan a que los alumnos y alumnas se sientan bienvenidos y motivados, tanto si se trata de tablones de anuncios alegres y de zonas de lectura acogedoras, en el caso de los alumnos de primaria, como de carteles atrayentes, biblioteca «de mayores» y zonas de ordenadores, en el caso de los estudiantes de cursos más avanzados. ¡No hay nada comparable a ver cómo se iluminan los rostros de los alumnos cuando entran en el aula el primer día de clase!

Durante los preparativos para un nuevo curso escolar, es también importante analizar las maneras de mejorar las aulas acústicamente. Con independencia de que el aula sea luminosa y agradable, si existen fuentes de ruido que interfieran en la capacidad de los alumnos para escuchar y entender el habla, se dificultará el aprendizaje. Los alumnos con pérdida auditiva representan un grupo dentro del colectivo significativo de alumnos cuyo nivel de captación de información se ve afectado por una acústica deficiente, entre los que se encuentran los niños con un historial de infecciones auditivas, los niños que tienen el español como segunda lengua, los niños con dificultades de atención o con retraso en el desarrollo, en el habla o en el lenguaje, y los niños con trastornos en el procesamiento auditivo. Por otra parte, los niños de corta edad tienen en general una capacidad de escucha inferior a la de los adultos en entornos ruidosos y con reverberación acústica.

De esta manera, si bien es especialmente importante conseguir que las aulas sean acústicamente favorables para el alumno con pérdida auditiva, las ideas que se sugieren a continuación pueden mejorar el entorno de escucha de todos los alumnos. Como beneficio añadido, los profesores notarán menos tensión vocal en el transcurso de la jornada escolar.

Si no es posible enmoquetar el suelo o alfombrar la zona de los pupitres, se pueden cubrir las patas de asientos y mesas con un material amortiguador. En algunos colegios, se utilizan pelotas de tenis (adquiridas o donadas). Habría que realizar cortes en «X» en las pelotas para poder insertarlas en los extremos de las patas. Existen empresas que ofrecen productos similares a las pelotas de tenis, que se venden ya precortados, y están hechos de materiales más duraderos y con un encaje más seguro que las pelotas estándar. Otras ofrecen recubrimientos de fieltro o goma como alternativa a las pelotas de tenis.

• Si las ventanas del aula se abren a un patio de recreo:

– Ciérrelas durante los períodos de recreo y procure no programar sesiones importantes de aprendizaje durante los mismos.
– Solicite que las tareas de mantenimiento (por ej., segado del césped) se programen en horarios en los que no tenga impartir instrucciones esenciales.

• Mantenga cerradas las puertas de acceso al pasillo y otras aulas adyacentes. Establezca el silencio en los pasillos como una política escolar general.

• Apague los ordenadores cuando no se utilicen.

• Asigne al niño con pérdida auditiva un pupitre alejado de las fuentes de ruido que no puedan eliminarse (sistemas de ventilación, lavabos, sacapuntas eléctricos, ordenadores).

• Evite tener animales que tiendan a ser ruidosos en el aula. Si disponen de un acuario, mantenga el nivel de agua elevado para reducir el ruido del filtro.

• Si el alumno escucha más por un oído que por otro, sitúele de forma que el “mejor” oído esté alejado de la fuente de ruido.

• Asigne al alumno un pupitre en el lado opuesto al sistema de calefacción/ventilación, en el caso de que sea ruidoso, y averigüe si se pueden realizar mejoras en el sistema para reducir el nivel de ruido y si se pueden reducir/desconectar manualmente los propulsores de aire.

• Sitúe las librerías perpendicularmente a las paredes para impedir que el sonido se desplace por el aula o alinéelas contra las paredes, de manera que se evite que el sonido reverbere en el aula.

• Disponga zonas tranquilas colocando librerías u otros paneles o muebles de división en torno a una zona alfombrada o provista de cojines.

• Utilice materiales absorbentes siempre que sea posible (manteles, cortinas y persianas en las ventanas, tapices o tablones de anuncios de material absorbente en las paredes vacías).

• Cuando se produzca un ruido elevado inesperado, como un anuncio interno por megafonía o la sirena de un vehículo de emergencia procedente del exterior, detenga la instrucción/conversación hasta que se deje de escuchar el anuncio o la sirena.

• Establezca en la clase una serie de normas destinadas a evitar las distracciones y a reforzar las buenas prácticas de comunicación (ej., los lápices se afilarán únicamente en momentos de inactividad, habrá turno de intervención en los debates, «todas las miradas» se dirigirán al profesor antes de que se faciliten las instrucciones).

• Acuerde con sus alumnos una señal que indique que el nivel de ruido está alcanzando un nivel inaceptable. Anime a los demás profesores y a los alumnos a que utilicen esta señal cuando el ruido interfiera con su capacidad de escucha/concentración. Aquellas personas interesadas en la tecnología pueden consultar Quiet Light™, disponible en la página web de acousticalsurfaces.com (haga clic en «gestión del ruido en el entorno escolar» en el menú principal). Se trata de una «luz de tráfico» en el aula que permite al profesor determinar el nivel de ruido aceptable (luz verde) y que puede ajustarse en función de las distintas  actividades. Una luz amarilla intermitente advierte que el ruido está por encima del nivel establecido. Una luz roja y una sirena (que puede apagarse) se disparan cuando el ruido supera en 20 decibelios el límite establecido.

Siguiendo la corriente: En la corriente de la vida diaria

Claire Blatchford, Clarke Mainstream News, 2008: Vol. 28, no. 1.

Recientemente hice senderismo con una amiga y sus tres hijos —la hija mayor y el pequeño, con audición normal, y el mediano, sordo.

La hija mayor, de doce años, iba la primera; el más pequeño, de seis años y medio, iba de la mano de su madre; el mediano, de nueve años, iba rezagado por detrás, parándose aquí y allí para tirar palos o para guardarse alguna piedra. Echábamos la vista atrás de vez en cuando para estar seguras de que le veíamos y continuábamos.

Al encontrarnos con un riachuelo, los tres se quitaron las botas de montaña y corrieron al agua. En seguida se estaban salpicando unos a otros.

Su madre fue corriendo a la orilla del arroyo con los brazos en alto. “¡Eh, PARAD! ¡Habéis olvidado los audífonos de Tomás!”.

Todos se quedaron quietos de repente.

Tomás se quitó los audífonos de las orejas y se los dio a su hermana quien, a su vez, se los dio a su madre. Segundos después, se reanudó la batalla de agua.

Aunque estaban montando un escándalo, comenté lo bien que se llevaban.

“¡Bueno, se pelean!” Su madre asintió bruscamente. “Esto no es nada. A veces tengo que separarles y ponerles en habitaciones distintas. Pero creo que serán amigos para toda la vida”.

“¿Qué tal Tomás?”.

“No hay duda de que necesita más atención. Intento no favorecerle demasiado. A menudo le recuerdo que sus hermanos también necesitan atención. María es disléxica y, como sabes, Cristóbal fue prematuro y es pequeño para su edad”.

“¿Crees que se dan cuenta de la situación de Tomás?”.

“Sí, claro. Saben que tiene que ver la cara de la gente cuando le hablan. Se dan cuenta cuando la gente no le entiende —incluso Cristóbal se da cuenta— y le ayudan, pero sin darle mucha importancia. También saben cuando está fingiendo y no le dejan salirse con la suya fácilmente. María le llama “El Timador” cuando intenta engañar. Tomás lo odia”.

Después de un rato, los tres niños muy mojados se reunieron en el camino con nosotras. Cristóbal quería volver al coche, María quería ver hasta dónde llegaba el camino, Tomás miraba a uno y a otro, después a su madre y a mí en un intento de enterarse de lo que estaba pasando.

Más tarde, cuando el paseo se terminó, pensé en que la situación de Tomás era un buen ejemplo de lo que significa la integración. La integración no es algo que ocurre sólo en una escuela ordinaria, pública o privada. No tiene sólo que ver con sistemas FM, reuniones sobre el Documento Individualizado de Adaptación Curricular, asegurarse de que el niño reciba apoyo o logopedia si lo necesita, esperar que los otros niños sean tan amables de sentarse con él en el comedor y cosas así. La integración, especialmente si el niño pertenece a una familia oyente, es hacer partícipe al niño de los acontecimientos de la vida diaria. La mayoría de lo que se hace “ahí fuera” en el día a día se puede aprender, puede reconocerse como normas de la vida doméstica. En resumen, la integración realmente empieza en el entorno principal en el que se encuentra el niño, que es en casa.

Piensa en la cantidad de situaciones que tu hijo experimenta que parecen normales —desde la rutina diaria a las reuniones familiares especiales, actividades del vecindario, ir de compras, ir al médico, al peluquero, al veterinario, hacer que conozca tu trabajo y todo lo demás—. Puede parecer muy obvio, y no estoy insinuando que todo se convierta en una especie de lección, pero me pregunto si el conocimiento de los padres sobre los siguientes dos puntos puede ayudar a hacer más fácil la experiencia de la escuela ordinaria para el niño con pérdida auditiva.

Primero está el hecho de que de casta le viene al galgo. Si, como la madre de Tomás, esperas que tus hijos se ayuden entre sí y que estén atentos a las necesidades de los demás (desde quitar los audífonos para que no se estropeen hasta reconocer que tus iguales tienen sus propios retos), tus expectativas, apuesto por ello, permanecerán con ellos toda su vida. De la misma manera, como tomar decisiones e interactuar como familia dejará una huella profunda en tu hijo, incluso si no escucha todo lo que se dice. Recuerdo ahora la forma en que Tomás miraba de su madre a su hermana, después a su hermano pequeño en un momento de nuestro paseo en el que estábamos pensando lo que íbamos a hacer a continuación. Se daba cuenta perfectamente de que se estaba tomando una decisión. Como su familia hace el esfuerzo de incluirle en sus decisiones, espera que se le incluya. Esperemos que este sea siempre el caso y que sea capaz de preguntar por lo que está pasando cuando su madre o el resto de su familia no esté cerca. Además, si la profesora de Tomás es consciente de las expectativas de su familia, puede trabajar sobre ellas.

Esto lleva al segundo punto. Si quieres que tu hijo viva en comunidad, participa en ella. Tomás, como su hermana mayor, juega en el equipo de baloncesto del barrio. Su padre ayuda a entrenar al equipo de Tomás. Su madre es voluntaria del hospital local así que, cuando va a recoger las baterías del audífono, se da cuenta de esa conexión social. María es asidua de la biblioteca, Tomás la acompaña a menudo y toda la familia asiste de la parroquia.

También recuerdo que Tomás iba el último en el paseo y se quedaba rezagado por detrás de su madre y sus hermanos. Me pareció que podía ser un reflejo de lo que ocurre en las conversaciones durante la cena, en la catequesis y también en clase. Sé por mí misma que estar integrado significa muchas veces ser el último en enterarse de lo que se habla o en pillar un chiste. No se puede negar que la pérdida auditiva afectará, probablemente siempre, la posición que ocupas en la vida diaria pero, a través de la familia en la que uno ha nacido, puede aprender muchísimo sobre cómo manejarse en ella fácilmente.

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